28.10.09

El fantasma de una pregunta o el miedo de ser genuino




Hoy recordé la pregunta que nuestra asesora metodológica hizo hace unos años en mi examen de titulación (seguro Fabiola también la recuerda). Es una pregunta que ronda como un fantasma en el ánimo de cada pequeña comunidad del aprendizaje. En su forma más espontánea la expresa la estudiante que se ha involucrado en el aprender, cuando con sinceridad expresa su miedo: "¿Y esto cómo se va a evaluar?"




La pregunta decía: "Si se evaluara a los estudiantes de su comunidad del aprendizaje con las pruebas estandarizadas para los contenidos y nivel correspondiente ¿aprobarían?"



Nuestra tesis analiza (e intima) un proyecto de intervención con un docente y sus estudiantes a lo largo de un año, mostrando el cambio colectivo de los significados sobre el aprender/enseñar. La pregunta por lo tanto cuestiona si nuestros resultados pueden ser registrados y certificados por el mercado institucionalizado de cualificación.



La pregunta está llena de feroces matices, por lo menos para mí ha portado una voz con la que dialogo y me bronqueo. Es como si contuviera toda nuestra cultura educativa: es una bomba. Pero hay que aprender a verla estallar en cámara lenta, cada paso de su explosión, cada asunto que incinera. Porque al final espero podamos desarmarla.



Por supuesto que nuestra asesora hizo la pregunta con toda inteligencia y malicia, y eso hay que agradecerlo, pero en este punto, después de vivir varios años con su presencia asechando mis vivencias educativas, no considero que sea ya de su autoría. Las experiencias educativas genuinas parecen romper, chocar, ir a un lado, encontrar otro sendero, socavar directamente elementos de esa cosa más grande que no sabemos aún atinar a llamar: sistema, estructura, cultura de la educación...



Uso el ejemplo de la estudiante justamente para señalar que ella, su profesora y algunos otros elementos forman una pequeña comunidad del aprendizaje, comunidad efímera para la institución, pero no así para sus vidas. Y lo primero que la conciencia de esta alumna reclama es saber dónde colocar esa experiencia, en base a sentir que eso que ha estado haciendo no es coherente con la cosa más grande. Así que la pregunta parece surgir cada vez que se siente ese contraste.



Desde un punto de vista teórico la pregunta puede ser resuelta apelando al principio de ecología cognitiva, emulando el modelo de Michael Cole y Silvia Scribner, podríamos mostrar la particularidad en que la comunidad del aprendizaje, por muy pequeña que sea, involucra los procesos cognitivos de los participantes, y luego compararla con otras experiencias. Tendríamos así un test con “validez ecológica”, que hipotéticamente reprobarían los estudiantes que no pasan por sus procesos, así como nuestra alumna no certificaría las pruebas tipo CENEVAL.



Lo que no tenemos y necesitamos con urgencia es un principio práctico, que nos capacite en primer lugar para evadir los efectos perjudiciales de la pregunta en la motivación de docentes y estudiantes. No se puede decir simplemente a tus compañeros: “estamos haciendo algo diferente, ya verás que los beneficios son mayores”, o “aquí no estamos dictando contenidos para que los re-dicten en el examen, aquí estamos aprendiendo algo que nos transforma”. Aunque esto sea cierto no es cierto para la práctica; porque las cosas que son ciertas en la práctica modifican el mundo social.





Cole, Michael & Scribner Silvia, Cultura y pensamiento: Relación de los procesos cognoscitivos con la cultura, Limusa México, 1977.


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