16.6.10

En la orilla del perfil

Me pidieron colaborar en un proyecto de perfiles de docentes de educación superior, así que empecé a reactivar mis notas sobre el tema.


¿Qué es un perfil? Lo diré sin rodeos: los perfiles me sacan ronchas. Y es así desde que cursé aquellas materias de la facultad de psicología en que nos enseñaban a usar los test.

Perfil es un constructo proveniente de la psicometría. Los estudiantes de psicología aprenden a hacer perfiles psicométricos. Hay perfil del criminal, perfil del empleado, perfil del alumno. Está emparentado con el constructo diagnóstico diferencial. “Perfil mental: representación esquemática, presentada en forma de diagrama, de los resultados logrados por un individuo en diversos test o subtest” (Merani, Diccionario de psicología). Propuesto por el neurólogo ruso Rossolimo en 1909. El objeto de traer a colación esta procedencia es reflexionar sobre las operaciones que suponen nuestra actividad de definir un perfil.

Dos artefactos suponen un perfil:

  1. un conjunto de rasgos (por ejemplo, síntomas), los cuales deberán ser observables (percibidos y medidos), y
  2. un conjunto de proposiciones, axiomas, valores o en otras palabras una cierta teoría, con la cual estos rasgos se justifican, contrastan, evalúan.

“Conjunto de rasgos” me hace recordar la antropología de Kluckhohn y sus colegas en la Harvard de lo 40’s, y su proyecto de identificar los rasgos culturales de las sociedades sin escritura y correlacionarlos con las características de una supuesta “personalidad básica”, por ejemplo cuál es la relación entre creer en la brujería y la edad de destete. Tal vez algo como “perder el alma en un sueño” se explique por la angustia provocada por el tipo de castigo utilizado por los adultos en los niños. Hoy nos parece ingenuo suponer la universalidad de una personalidad básica, y la arbitrariedad de la correlación de sus características con unos rasgos dudosos. Pero algo muy similar hacemos cuando definimos perfiles para los estudiantes.

Tenemos una teoría, por lo menos implícita, que contiene proposiciones como “Aprender a leer es bueno” o “Aprender a leer desarrolla los procesos cognitivos”. Puede contener también proposiciones más generales tales como “Bueno es ser un ciudadano así o asado”, o “Aprender es un proceso activo por el cual un individuo logra comprensiones nuevas a través de la interacción con un adulto o experto”. Los artefactos teorías tienen problemas con lo singular, así que normalmente sostienen la universalidad de sus proposiciones. Y las que necesitan los perfiles son un caso típico. ¿Qué tipo de perfil obtendríamos de una teoría que no puede generalizarse? ¿Qué tipo de perfil podría basarse en una teoría que distinguiera la contingencia?

Y bien, sabemos que las teorías no son sólo esos sacos de papa de proposiciones bien ordenadas. Que las teorías son objetos de este mundo. Tienen relaciones intrínsecas con intereses, instituciones, sentimientos, prácticas y formas de ver el mundo. También que las teorías actúan sobre el mundo: estrujan microbios, atrapan partículas, observan la locura o evalúan si este alumno muestra los rasgos de nuestro perfil. Dejando de lado por el momento la ética de las bacterias (que la hay), ¿Nos hemos puesto a pensar en lo que nuestra teoría hace con los estudiantes?

Una bien conocida teoría T sobre la formación, suele necesitar estos enunciados:

  • La formación se diferencia en básica y superior
  • La básica siempre antecede temporalmente a la superior, son etapas consecutivas
  • Cada etapa tiene sus posibilidades formativas o límites de formación
  • La formación es propiedad (o no) del individuo estudiante
  • Esta propiedad se subdivide en habilidades, conocimiento y actitudes
  • La propiedad o no de la formación es observable a través de su conformidad con el conjunto de rasgos de un perfil

Estas proposiciones están a su vez asentadas en tres principios que rara vez ponemos en cuestión. En primer lugar la idea de que la formación es un cambio en el tiempo que se comporta de manera lineal y acumulativa. Una idea de cambio bastante precaria. Ya Vygotsky mencionaba que para las teorías del desarrollo humano en los años 30’s:

revolución y evolución parecen incompatibles y el desarrollo histórico continúa únicamente mientras sigue una línea recta. Cuando se producen trastornos, o cuando se rompe el tejido histórico, la mente ingenua ve sólo catástrofes, vacíos y discontinuidad. La historia parece detenerse y caer muerta, hasta que, de nuevo, toma el sendero directo del desarrollo (“Problemas de método”, en El desarrollo de los procesos psicológicos superiores, 1931).

Debe denunciarse que la idea del cambio lineal en T no se basa en ningún enfoque sistemático científico o anticientífico, es más bien un supuesto cultural. Pero funciona de maravilla para que todos veamos con sentido enunciados como “en la formación básica se sientan las bases para…”, o “confirmar si el estudiante es propietario de la formación básica para acceder a la etapa superior”.

La segunda idea en que se sostiene T es que la formación es un fenómeno que ocurre en una entidad llamada individuo.

Es curiosa la similitud que la entidad individuo tiene con otras como el éter de la física, o a la raza de la biología (El éter por cierto aún le gana en siglos a individuo) Individuo es una noción muy poderosa, se basa en constataciones empíricas burdas (que los posmodernos son incapaces de afrontar): como que el individuo está contenido por una piel, que deja de vivir si le extraemos el corazón, que deja de pensar si le hacemos un tajo en el cerebro o que tiene acta de nacimiento. Todos podemos “ver” individuos si volteamos alrededor. Todos los individuos son casos, pero, y aquí la paradoja, todos los individuos son iguales.
Me permito citar al viejo Durkheim en una de sus pláticas con profesores compiladas en Educación y sociología:

Se planteaba como una verdad de evidencia que existe una educación, y tan sólo una, que, con exclusión de cualquier otra, conviene indiferentemente a todos los hombres sean cuales sean los condicionamientos históricos y sociales de los que dependen estos, y es este ideal abstracto y único que los teorizantes de la educación se proponían determinar. Se admitía que hay una naturaleza humana, cuyas formas y propiedades son determinables de una vez para siempre, y el problema pedagógico consistía en investigar de qué forma la acción educacional debe ejercerse sobre la naturaleza humana definida de esta suerte (cursivas en el original)

¿Nos suena conocido eso de la naturaleza humana? y ¿Por qué creemos que todos los alumnos deben pasar por el mismo camino y llegar al mismo lugar? Una noción que igual a la anterior se sostiene por puritita adhesión dóxica.

La tercera idea, sostiene que la formación es un objeto observable. A la manera de un fisicalismo silvestre, toda formación debe corresponder a un enunciado o viceversa. Cualquier formación que no pueda ser enunciada no existe. Sería un tanto tortuoso desglosar ahora todos los problemas de objetividad que esta idea produce en la práctica (¡Oh Neurath, sálvanos!) Para actuar bajo este supuesto se necesita que los cambios del objeto puedan ser definidos de antemano, eliminar toda suposición metafísica y tener como Carnap una fe absoluta en la correspondencia teoría-hecho.

Pero ya quisiéramos tener una pizca de la claridad que tenía el círculo de Viena. De nueva cuenta aquí T se sostiene sobre ideas sin el menor tratamiento crítico. ¿Qué cosas son esas en que la formación se subdivide: habilidades, actitudes y conocimientos?, ¿Por qué esas y no otras, por ejemplo sensibilidades, valores o confusiones?

Este discurso que apela a la ciencia, a la psicopedagogía, puede ampliarse y traernos otros términos como “aprendizaje significativo”, “estructuras cognitivas”, “razonamiento crítico”, “competencias”, de esta manera, además de legitimarse, no hace más que oscurecer e inmovilizar la reflexión de los participantes de la educación (estudiantes y profesores). De todo lo que puede denunciarse de este discurso de la educación resalto su carácter a-teórico, en el sentido freiriano de teoría:

Generalmente, cuando se crítica nuestra educación, nuestro apego a la palabra hueca, se dice que su pecado es ser” teórica”. Se confunde así, absurdamente teoría con verbosidad. Verdaderamente es teoría lo que nosotros precisamos, teoría que implique una inserción en la realidad, en un contacto analítico con lo existente, para comprobarlo, para vivirlo plenamente, prácticamente (La educación como práctica de la libertad)

Para tener un buen perfil necesitamos entonces una teoría que describa:
  • De qué manera la formación básica antecede a la superior
  • Cuáles son los límites de cada una
  • Qué son habilidades, actitudes y conocimientos
  • La operación por la cual una habilidad, actitud o conocimiento es observable en un individuo

Y que excluya:
  • La formación que no sigue un camino lineal, por ejemplo que retrocede o que salta
  • La formación que confunda al mismo tiempo lo básico con lo superior
  • La formación que no corresponda a la entidad individuo
  • La formación que no pueda ser enunciada/observable
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