12.7.10

Las teorías del aprender no son inocentes (1/1000)

Durante bastante tiempo algunos de nosotros nos hemos estado preguntado sobre el sentido de las palabras aprender y enseñar. En mi caso particular este cuestionamiento tuvo origen en el marco de la discusión sobre la mente y lo psicológico. Desde ese mundo tres de las ideas, en el sentido de Popper, la respuesta a qué es aprender depende de la respuesta a qué es la mente

Para nuestros maestros conductistas por ejemplo, la mente era una causalidad extraña pero elegante en su sencillez, en realidad no había ninguna mente para ellos más allá de la mágica y contundente asociación estímulo-respuesta, contundente por supuesto solo dentro de las condiciones de su “paradigma experimental”. Era tan sencillo que Chomsky pudo reírse en la cara de Skinner, y herir el corazón asociacionista, trayendo al viejo Kant a repetir que el conocimiento humano no puede llegar hasta donde llega –que el lenguaje del niño no es posible– por acumulación de experiencias. 

[No encontré el texto en español, aquí el original de 1967 en inglés "A Review of B. F. Skinner's Verbal Behavior"


Desconocidas o irrelevantes incluso para los propios psicólogos,  estas discusiones intestinas de la psicología, expresan, sin embargo, opciones políticas. Los modelos de la mente son productos históricos y están involucrados culturalmente. En el caso de la educación esto es un principio crítico, que la llamada psicopedagogía raramente asimila. Hoy en día la institución escuela tiene su psicología, un discurso que entretejido en la práctica social tiene peso político específico, un discurso que ya tenga por moda este u otro modelo, los administradores de la psicología en la escuela asumen como natural.

Jerome Bruner, uno de los psicólogos que más ha vivido en ese mundo tres, nos ha enseñado que ya no es importante el debate sobre si la mente existe o no, lo que resulta crucial son los procesos por los cuales somos conscientes de las formas en que usamos los modelos de la mente para transformar la realidad social. 

Esto implica que la mente, el aprender y el enseñar, pueden ser supuestos poderosos pero nunca entidades naturales. Son poderosos, y tienen un peso político específico sin necesidad de que quienes los utilizan se cuestionen su artificialidad. Una discapacidad de aprendizaje por ejemplo, es una completa realidad para los que la ven, tratan, administran, y sufren; es una entidad que cambia el destino de personas, da trabajo a otras y hace ganar dinero a las compañías farmacéuticas. 

Hay muchos otros sentidos en los que una teoría sobre qué, cómo y cuándo se aprende tiene poder en la práctica social, el asunto es, como Bruner ha argumentado, ¿cómo es que nuestras ideas son realidades sociales, y en qué medida está en nuestras manos modificarlas?

Recursos en línea

Una introducción a los temas de conocimiento, mente y cultura en esta tesis de maestría de la universidad de Antioquia




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