5.5.11

La fosa clandestina de nuestra imaginación y la marcha nacional [Notas para la Guerrilla onírica]


Para el colectivo aleteador


La disociación entre la imagen y el recuerdo, entre la apariencia de las cosas y los sentimientos que produce lo ocurrido propone la existencia simultánea de dos mundos: lo que sabemos y lo que sabemos en realidad; lo que sentimos y lo que sentimos en realidad; la historia que nos contamos sobre nosotros mismos y la experiencia de lo ocurrido. [...] la capacidad de confiar en la experiencia personal puede verse socavada de forma sistemática y, en las versiones más extremas, destruida, cuando la brújula que nos orienta desde el interior cede el paso a una interpretación externa que es a un tiempo conformista y engañosa. (Carol Gilligan)
"mientras que los sueños actúan en los animales y en los humanos y les permiten incorporar en sus trazados mnésicos los sucesos de la víspera, el hom­bre, cuando se despierta, puede trabajar sus sueños hablando de ellos, lo que puede explicar cómo puede una defensa psicológica modificar la inscripción de las huellas neurobiológicas de un trauma" Boris Cyrulnik
 

Difícil saber por dónde comenzar cuando lo más atroz está ocurriendo en este momento, incesantemente. Nos ha hartado, nos ha rebasado más allá de lo concebible: #estamoshastalamadre

Ir a tientas nombrando. Lo que busco y lo que muchos están buscando ahora es poder sentir de otra manera. Poder imaginar de otra manera. No es casual que el poeta Javier Sicilia nombre a la imaginación, el sentir y el amor en su discurso. "Ser poeta es parte de una dignidad humana que nos es común", dijo mi maestro Carlos López Beltran en la marcha nacional.

La imagen que Sicilia nos ha querido transmitir no es la burda realidad de su hijo -de la juventud- en el momento de ser acribillado físicamente, sino una más terrible: la de su hijo -de nuestra juventud- perdiendo la posibilidad de imaginar, crear, sentir y amar. La sangre que duele es la que sangra de la dignidad humana.
En twitter hemos jugado con la etiqueta (hashtag) #guerrillaonírica, como una forma de expresar el ahogo de las funciones sensibles, imaginativas y relacionales en la guerra. Un ahogamiento que ha empezado mucho antes que las balas; una fosa común de desaparecidos de todos nosotros. En esa fosa yacen nuestras capacidades de ensoñar, fantasear e imaginar mundos posibles. Descuartizados están ahí nuestros cuerpos -que a su vez se representan en todos los cuerpos asesinados y anónimos de las fosas reales-, trozados en su posibilidad de sentirse a sí mismos y de comunicarse sensiblemente.



Y cuando decimos que este genocidio del mundo onírico empezó antes, tal vez tengamos que retrotraernos a ese gran cambio biográfico de la especie como lo documenta Hobsbawn en su Historia del siglo XX, el éxodo del campo a la ciudad -la ciudad es siempre la metáfora del fin de los sueños- que en sólo dos generaciones significó la transformación planetaria de las formas de vida.

(Recuerdo que mi madre, que vivió y estudió con los totonacas del norte de veracruz, me contaba que después del terremoto de 1985 en la Ciudad de México, los jóvenes totonacas que habían migrado, decían haber sentido por primera vez 'nostalgia', concepto que igual que 'propiedad privada' no existía antes para ellos)

En los pueblos, con su corazón pequeñito, están llorando los niños.
En las punas, sin ropa, sin sombrero, sin abrigo, casi ciegos, los hombres están llorando, más tristes, más tristemente que los niños.
Bajo la sombra de algún árbol, todavía llora el hombre, Serpiente Dios, más herido que en tu tiempo; perseguido, como filas de piojos.
¡Escucha la vibración de mi cuerpo! Escucha el frío de mi sangre, su temblor helado.

Así le habla el pueblo indígena a Tupac Amaru en la utopía de José María Arguedas Tupac Amaru Kamaq Taytanchisman (Haylli-Taki). Lo que resiste la guerra es el cuerpo colectivo -más herido, más perseguido- aún vivo. La pauperización de la población está unida a la reducción, ahogamiento y desaparición de formas de vida con una historia larga. La mayoría de ellas no son modernas -de hecho nunca necesitaron la modernidad- y en su ser auténtico no entran en los límites de las leyes del estado laico. No es casual que los pueblos indígenas y campesinos sean tan productivos para la imaginación, los sentimientos, y las relaciones interpersonales, comunitarias y ecológicas.

Pero el ahogamiento de la vida onírica también es una práctica cotidiana que nos imponemos como fardo de la realidad. Nuestros adolescentes siempre nos embarran en la cara esa condición cuando expresan su terror-asombro a nuestra normalidad: ¿Cómo le han hecho, nos dicen, para creer que su vida es vida? 



La destrucción de las formas de vida, en este caso campesina, se expresa en el testimonio de una mujer de 72, María Mercedes, del municipio de San Fernando Tamaulipas, quien asistió como otras cientos de personas al llamado de las autoridades (que no estaban cuando los Zetas secuestraron en su rancho a su esposo, José Ana Loza López, de 93 años) para el reconocimiento de los cientos de muertos anónimos de la fosas clandestinas encontradas en ese municipio:


Nosotros estábamos tan felices. En un segundo me cambió la vida. Llegaron al rancho en cinco camionetas. Se bajaron como nueve pelados y entraron a la casa. A mí, me tiraron al suelo. A mi nietecita le arrancaron una cadena con la medalla de la Virgen. Le dejaron el cuello enrojecido. Querían llevarse todo. Mi esposo estaba sentado afuera, en las escaleras. Y al salir lo agarraron y se lo llevaron. Con 93 años estaba bien de salud y le gustaba mucho bailar polka, redoba y hasta huapango. Era muy alegre. Le hicieron su corrido. Todavía bailábamos. Siempre fue buen padre. Tuvimos cinco hijos. A todos les puse José, como él, y un segundo nombre. Tenemos 15 nietos y cuatro bisnietos. Quiero que lo entreguen, casi estoy resignada. Dios sabe lo que hace. (Reportaje de San Juana Martínez, La Jornada 17/04/2011)





La corporalidad, el placer colectivo del baile, la extensa familia, la vejez sana y sabia. Los Zetas ejecutan una violencia irracional que no es más que un extremo de la violencia del capitalismo avanzado. La violencia del narco y el estado corrupto en un solo virus que reproduce a escala y ritmo acelerado su necesidad de dinero, un síndrome que asesina aquí para el beneficio del mismo sistema financiero internacional (caso Wachovia Bank).


Después de nueve años de haber ocurrido esa masacre, las mujeres, todavía despavoridas, narran su historia: la narran, pero no la dibujan. Las memorias visuales son demasiado fuertes para poder plasmarlas en el papel. Lo visual tiene que cumplir un papel distinto, no recordar los horrores, sino rescatar lo bonito, lo que era el pueblo antes, lo que puede seguir siendo fuente de nostálgica esperanza para el futuro. […] Toda la población de Chengue se desplazó, abandonando las tierras. Algunas de las mujeres que se han quedado en la zona, principalmente en la cabecera municipal de Ovejas, recuerdan el pueblo de antes y sus entornos…
"Lo más lindo de la zona de la montaña, nosotros la llamamos la zona de la montaña porque allá es fuente de agua viva; [pero] esos arroyos están perdidos, o sea, todavía hay el temor de uno ir allá, irse a bañar y esas cosas porque da miedo, porque… y todo ha quedado en ruinas como podemos ver aquí, así como se ve así se ve el día de hoy si quedaron 6 casas buenas en Chengue fue mucho, el pueblo fue quemado, las casas fueron todas destruidas y así como se ve, o sea, no pintamos porque no tuvimos [aliento], pero con las palabras de pronto…"






La supuesta seguridad policiaca y militarizada que los medios trasmiten es vacía y desesperanzadora, no tiene nada que ver con la seguridad de la relación con la Naturaleza que evoca el testimonio de esta mujer colombiana. Como hemos dicho antes, estaremos perdiendo la lucha mientras no seamos capaces de pensar colectivamente de otro modo -como escudo a la doble violencia de la bala-, pues como bien lo dice Charles Bowden: "Los mexicanos sacrificados en esta temporada pueden morir dos veces. La primera, liquidados por sus asesinos y la segunda por la explicación que se da de sus muertes” (Ciudad del Crimen).

Una de las cuestiones que se hace cada vez más indispensables es desmontar esa construcción de "el mal" que circula en los medios y en el día a día, y (se) alimenta (d)el miedo. De un estudio de la cultura del miedo en Medellín extraigo lo siguiente:


Una posibilidad de entender el miedo en su dimensión social tiene que ver con la comprensión de los procesos me­diante los cuales se personifican las amenazas, esto es, la forma como se construye un Otro a imagen y semejanza del miedo. De las 21 figuras sociales por las que se indagó en Medellín, 7 fueron calificadas por más de la mitad de la población encues­tada como malas: atracador, guerrilla, narcotraficante, parami­litar, miliciano, político y drogadicto.

Muchas de las figuras a las que hicimos referencia parecen echar raíces en el mundo de los pobres. Según las percepciones a las que hemos aludido, el sicario y el atracador son, para la mayoría de la gente, pobres que roban o matan por vicio o por necesidad; el drogadicto es un pobre en manos de una fuerza mayor, la droga, que lo hace delinquir para poder consumir; el narcotraficante, cuando se describe como emergente, es un pobre, que por mucho dinero que tenga no dejará de ser lo que es: un pobre sin clase; el miliciano es un joven de un barrio popular; y también encontramos descripciones sobre la guerrilla y los paramilitares que hablan de ellos como campesinos, —¡y nadie llama así a un hacendado o un ganadero!—, es decir, los pobres del campo.

Esto que encontramos en Medellín también ocurre en otros países de América Latina en donde se constata la existencia de un imaginario que explica de manera simplificada la violencia sobre la base de la estigmatización de grupos e in­dividuos considerados como altamente peligrosos: gran parte de este imaginario asimila directamente lo pobre con lo peligroso. Alrededor de los barrios populares, los pobres y los jóvenes se fabrican representaciones que proyectan sobre ellos todos “los fantasmas de la ferocidad, el canibalismo, la inhumanidad” (Rostros del miedo)



La propoganda de guerra utiliza ese imaginario que compartimos los latinoamericanos, lo efervece. Mientras el gobernador de Chihuahua propone militarizar a los jóvenes "porque ni trabajan ni estudian", antes de que se vuelvan sicarios, en Coahuila explota una mina y el primer sobreviviente es un joven de 15 años que ha perdido el brazo. La gran mayoría de los jóvenes en el país está completamente acorralada, lo que significa que para esa mayoría no existe, no ha existido, o se ha ido precarizando ese estado que llaman de derecho, de arriba a abajo su mundo está convulsionando, y a la fuerza de ser tocados por la cotidiana violencia y destrucción social -que es en alto grado simbólica- están sacrificando sus propias vidas antes de ser acribillados. Las imágenes de los sicarios y los ninis no hacen más que un exorcismo momentáneo a nuestro miedo, e invisibilizan las fuentes del terror:

Frente a la precarización creciente tanto económica como vital, frente a la carencia objetiva de oportunidades, frente al deterioro de la seguridad social, miles de jóvenes “deciden” migrar al narcotráfico como una solución “individual”, que se asume como riesgo inevitable, que se vislumbra como un destino “natural” en el contexto de la propia biografía. Lo sistémico, es decir, la articulación de procesos, políticas, instituciones, dispositivos se invisibiliza, no hay “interlocutor” visible o agente responsable de la situación, a lo sumo aparecen atisbos de referencias formales: la escuela que se abandona por imposibilidad o hartazgo, la familia a la que se esconde la realidad, los intentos por resistir el llamado del dinero –aparentemente- fácil. (Rossanna Reguillo, De cómo el narco nos alcanzó: biografías truncadas)

"La inmunidad me carcome los huesos" dice la canción de Silvio, y la ficticia inmunidad -la ilusión de una vida moderna, urbana, motorizada- está carcomiendo los huesos de la sociedad. El sentido opuesto a esa inmunidad asesina ("Todos y cada uno de ustedes y de nosotros tenemos graves omisiones y complicidades criminales maquilladas de legalidad que nos han sumido en el caos y, como le dijo el poeta Mandelstam a Stalin, nos hacen ya no sentir el suelo bajo nuestros pies": Sicilia), el sentido opuesto es dar pasos hacia una política del "nutrir la vida", cuyo paso indispensable bien lo dijo en un tuit @Rosadelalma es:  
 buscar el gozo y la dicha cotidiana con nuestra gente




La marcha nacional convocada por Sicilia para el 8 de mayo ya ya salió hoy de Cuernavaca. Descalificada de mil maneras pero con un solo discurso, el de la polarización, desde el autodenominado presidente, bien llamado en la redes sociales Falderon, CaldeRon, Calneron, y toda la plana de "intelectuales orgánicos" empleados del monopolio mediático. El informe sobre el miedo en Medellín nos recuerda con relación a las marchas de la hermana ciudad colombiana:

Se teme la construcción de un nosotros que en su emocionalidad compartida sea capaz de contagiar nuevas representaciones del estado de crisis, visiblemente de un ustedes responsables

Que esta indignación en común nos ayude también a crear nuevas formas de sentir y ver, nos acerque por lo menos entre "los de abajo". La muchedumbre manifestante (más no la masa) tiene hoy un componente de sensibilidad e inteligencia importante -muy simbólico fue en la primera marcha nacional la lectura de poesía, la consigna lo dice bien: "Más poesía, menos policía"-, todos esos profesionistas, artistas, académicos, free lancers y geeks tenemos la responsabilidad de crear, propagar y amplificar los valores de la imaginación creativa, del respeto a la naturaleza y el diálogo (en ello serán cruciales las formas de vida de nuestros indígenas y campesinos). 

Para terminar un botón de esa actitud, lo que me ha respondido mi querida amiga Laura de Sonora en Facebook al documental sobre el sicario que postié. Será buen ejercicio antes de  asistir a la marcha (convocatoria) ver el video y, ayudándonos de la reflexión de Laura, hacer lo propio:

Me llena de tristeza y congoja escucharlo. Sus descripciones no me sorprenden y no entiendo por qué me sigue doliendo lo que he venido escuchando durante 16 años. Él me hace recordar historias de personajes que conocí por el camino y con algunos me llegué a identificar. El coraje y la energía que a ellos les impulsa para destruir, es el mismo coraje y energía que a mí me impulsa para construir. Entre ellos y yo siento que no hay grandes diferencias. La única que consigo ver, es que a mí me dieron la oportunidad de sacudirme varias veces la cabeza para que ubicara en donde se construye el valor de nuestro ser. Mientras en mi contexto se valoraba –se valora- lo que tienes, posees, en mi núcleo familiar se valoraba –se valora- el resistir al contexto. Una lucha constante e interminable, muy difícil de navegar en ambientes impregnados de deseos, deseos relacionados con el tener, el adquirir, el ostentar. El perfil del sicario refleja lo susceptibles y vulnerables que somos, pero a la vez, refleja lo peligroso que podemos ser. Me sigue resultando doloroso escuchar como solución para acabar con este problema de descomposición, la aniquilación de lo que desafortunadamente catalogamos como “el mal”.

 Aquí el video:


 

Las fotografía son de un servidor para el montaje escenico Asalto al agua transparente, de la compañía mexicana e independiente de teatro Lagartijas Tiradas al Sol, y van como un homenaje para ell@s que justo estos días llevan su arte a Europa, y todos lo guerrilleros oníricos que con el arte nos entrenan.

2 comentarios:

elisa dijo...

Entrañable texto, Emiliano. Gracias por compartirlo.

(por cierto, me encantaría conocer las referencias sobre el trabajo en Medellín...ya sabes, por aquello de mi trabajo. me serviría un titipuchal)

LUR dijo...

gracias Elisa, en el link que puse, subí el documento porque la página tiene problemas, te lo pongo por acá http://es.scribd.com/doc/53298121/Rostros-Del-Miedo

son los compas de Corporación Región http://www.region.org.co/

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