20.5.12

Vamos a desertar, pero de las (j)aulas

para Arturo, Alejandra, Juan Carlos, Adrian y Sinaí acompañantes de esta búsqueda


Será porque el reproductor de música en su programa random me trajo esa canción de 1983, la cual soltó dentro lo que seguía atrapado por la ausencia de mi tío Carlos; será porque en ese momento me encontraba físicamente aprisionado y detenido en el absurdo tráfico vehicular. Caí en la cuenta de que este semestre no he comunicado a ustedes mis sentimientos y vivencia, de que, atrapado también en el furor del trabajo, no me detuve a escuchar mi voz, de que no me permití el diálogo necesario entre mis ser docente y yo.

Cada uno de nosotros sabe de la ausencia de compañeros que iban caminando con nosotros (y este curso eso de caminar fue también literal con las salidas que hicimos), que colegas que estaban en nuestro equipo, participaban en clase y en Google+, que se sentaban a nuestro lado, con sus silencios, su voz y su risa, simplemente se bajan del viaje, desertan dice la estadística escolar. 

Deserción es una palabra cargada de significado, y para mí inadecuada. La primera aparición de la palabra en el  diccionario de la Real Academia de la Lengua es en 1732 (¡Siglo XVIII!) (Tesoro Lexicográfico de la lengua española), se los copio:


Como puede verse, el término deserción proviene del campo semántico militar, implica traición (“abandonar a su bandera”) y castigo (“las instruyan y enteren de las penas en que incurren por la deserción”). Que deserción establezca un mismo plano entre soldado y estudiante no es casual: la escuela y el cuartel tienen una historia en común, una historia de disciplinamiento. Al decir que un estudiante desertó estamos pensándolo como un soldado, y estamos pensado que nuestra tarea en la universidad es la tarea de lograr que los individuos se sometan a una bandera. Creo que debemos empezar a rechazar su uso, y a buscar palabras más adecuadas a lo que hacemos y somos.






Al iniciar el semestre comenzamos una travesía, una aventura compartida. Cuando algún compañero de ruta se aparta del mismo camino yo siempre lo noto. Puedo decirles no sólo los nombres de quienes se fueron, también imágenes de cuando caminaban con nosotros. Nora: compartimos un lunch sentados en la fuente de la plaza de Santo Domingo, donde me platicó de su hija, de su trabajo como secretaria y sus dificultades para llegar a clases. Ahí también estuvo Deyanira, que trabaja en una secundaria, y con quien coincidí en el gusto por los sandwiches con pepino. Agustín: su sentido del humor, con una dosis de sarcasmo tan especial, nos destornillaron de risa durante la visita a Tepotzotlan. Érika: que estaba emocionada de realizar su indagación en el pueblo natal de sus abuelos, Ixmiquilpan Hidalgo. También se fueron Raquel, José, Rodolfo, Camilo y Vianey.

El semestre anterior hicimos el primer ensayo para reflexionar en conjunto y tratar de entender qué es lo que ocurre en el post Las angustias del docente [reflexiones de un aula 2.0 sobre deserción y aprendizaje]. Las respuestas de los estudiantes del grupo abrieron nuevos temas para la comprensión, en especial se manifestaron las historias particulares por las cuales un estudiante decide no abandonar el curso. Ahora me doy cuenta que inauguramos un instrumento cualitativo para co-investigar sobre la circunstancia, esto es, la forma en que la biografía se interrelaciona con varios contextos (de hecho para observar cómo un contexto se vuelve o no relevante): el propio curso y su propuesta de alfabetización digital y comunidad de aprendizaje; el contexto de la universidad; la familia, el trabajo, los novios...


En una universidad como la nuestra, en la que una parte importante de sus miembros están de acuerdo en que nuestra meta compartida es construir un proyecto alternativo de educación, el diálogo sobre estas cuestiones es vital. La llamada deserción para la institución se plantea como una medida cuantitativa completamente ajena a la singularidad de los individuos, los grupos y sus contextos. Importa si el estudiante acredita, cumple los créditos en tiempo, se títula, se matricula. No importa cómo lo haga, o qué sentido tenga para su vida.

He vuelto a solicitar la reflexión de los compañeros del curso con el título “¿Por qué decidí continuar en el curso?”, y en este momento me están llegando algunas. No hemos empezado un trabajo sistemático sobre estos textos pero aún así quiero comentar algunas impresiones.

Un tema que surge de las respuestas de los estudiantes es el duo miedo-confianza. Así lo expresó Miriam:

Puedo compartirles también que me he topado con algunos compañeros que iniciaron con nosotros el curso y sus comentarios han sido que ya no asisten por el miedo a aprender, por ejemplo cuando nos propusieron el taller, y que algunos nos entusiasmamos algunos otros les dio miedo pero con valentía han asistido al taller y lo mejor de esto es que nos hemos dado ese chancecito de conocernos, de entrar más en confianza y echarnos la mano.

He escrito un poco sobre el miedo en otro texto (inconcluso, como todos los míos) Viaje al conocimiento prohibido: escritura y comunidad del aprendizaje:


Lo prohibido, en contraposición a lo escondido, tiene una connotación para la persona en el escenario sociocultural. La subjetividad en la escuela no solo se esconde, se prohíbe. Tener miedo a escribir para el aula es un sentimiento que responde a la organización social de los sentimientos en la escuela, afrontar ese miedo es una actitud política.

Otro tema ligado al dúo miedo-confianza es la confrontación con uno mismo, donde enfrentar los retos de un aprendizaje significativo y vital pasa por un examen de conciencia: contestar a la pregunta ¿para qué estoy aquí? Así lo escribió Mariana:


me hizo entrar en un gran dilema yo necesitaba trabajar y pues no me daba otra opción. En ese tiempo tuve una oportunidad de desarrollo en mi trabajo y pues le dediqué más tiempo al trabajo, hasta que me cayó el veinte y dije pues ni modo se tiene que hacer de una forma u otra. Entonces estoy de nuevo dentro del círculo, pero me cuesta mucho trabajo encontrarme con tantas lecturas a las que nunca fui acostumbrada en toda mi vida escolar creo que es como un gran reto!

En este ejemplo puede verse lo que los estudiantes expresan en muchos casos: que el asunto de la deserción no se reduce al curso en particular, sino que se extiende en el tiempo y espacio, y con mucha razón. Estamos aprendiendo lo que es un lugar en el que cabemos con toda nuestra diversidad, una educación de (j)aulas abiertas. Compartí con el grupo una parte de este texto, y sus voces me han hecho sentir mucho mejor. La sensación de pérdida se había mezclado con esa -siempre acechante- culpa del profesor.

Para finalizar no encuentro nada mejor que el texto de Luis Pescetti, que señala la tontería de culpar al otro, tan socorrida cuando se habla de deserción (la culpa del profe incapaz, la culpa del estudiante deficitario, la culpa del sistema malogrado) y la necesidad del diálogo, de la estrategia del caracol:

¡Él empezó primero! (o: “Él empezó”, según el país) es la frase que se dice cuando aparece la autoridad, algo que recuerde la ley, las reglas, en algún lugar en el que había relajo.
Que quiere decir que, si no fuera por el otro, uno seguiría representando la prístina virtud; peeero, justamente ”al otro” no va y se le ocurre hacer algo que científica y objetivamente es injusto, malo, y en reparación a esa maldad, y sólo por eso, nosotros nos vemos obligados… a rebajarnos a lo mismo.
no sé si les suena:
- de su infancia.
- de la de sus hijos.
- de las declaraciones de alguien acusado de….
- de las declaraciones de funcionarios de turno.
- de las declaraciones del dirigente de un país (en relación a otro).
Es así, mis queridos, todos todos seguirían siendo las encarnaciones de la virtud, es más, hasta por combatir al otro (que representa el mal, qué duda cabe!) son más encarnación todavía…
- yo creo que robar está mal, pero… vi que aquél lo hacía, entonces me dispuse a rescatar algo.
- yo creo que la violencia está mal, pero… vi aquellos violentos, y ataqué primero.
etcétera, mis queridos.
Tons, ya se sabe: el otro empezó primero; pero ¿quién termina primero?
¿enseñamos a terminar, primero?
¿tratamos de parar, primero?
¿conseguimos frenarnos, primero?
¿dónde empieza ese alto a una escalada?
un abrazo
Luis

Luis Pescetti, del boletín enviado a correo electrónico (suscripción)


14.5.12

Medio pan y un libro: Federico García Lorca



“Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. «Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre», piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.


“Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.


“No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.


“Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?


“¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: «amor, amor», y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: «¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!». Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.


“Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: «Cultura». Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz”.

Discurso pronunciado por el poeta en la inauguración de la Biblioteca de su pueblo Fuente de Vaqueros (Granada) en septiembre de 1931.
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