6.1.15

Ayotzinapa (2)

Pero Ayotzinapa es un centro de guerra. Enlazarse a ese centro es desnudarse frente al dolor, es colocarse en el lugar de la próxima desollada. Es colapsar el sentir y el saber, y sin ninguna teoría constatar aquello que Klee-Benjamin expresaron en el ángel de la historia. Constatar que todas las relaciones de las que estamos hechos, todo aquello en lo que participamos para producir el mundo (sin lo cual, por otro lado, no somos nada), todas las esferas concebibles de acción, la lengua misma, cada cosa, cada bit, cada aliento están ligados -le son consustanciales- a la gran máquina del progreso que aniquila la vida.

No se trata ya de los asesinos contra las víctimas, con Ayotzinapa se ha hecho claro que no es posible ningún tipo de justicia; ningún tribunal podría equilibrar lo que se ha violentado, lo que no cesa de violentarse. El exterminio final, en el que por mera temporalidad estamos vivos, es un Apocalipsis sin juicio. Esto es Auschwitz a domicilio, sociedad que se ordena como campo de concentración; Hiroshima en cámara lenta. La acción acumulada de todos los genocidios de nuestros pueblos colonizados.


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